sábado, 24 de noviembre de 2012

¿Pero en manos de quien estamos?

Una va por la vida pensando que nuestros dirigentes y políticos tienen un mínimo de seriedad, que también la tienen los policías en toda su escala de mando, los militares, e incluso los organismos esos que se dedican al espionaje. Más o menos una se siente segura pensando así pero claro, la realidad es muy distinta.
De repente una mañana abres un periódico y te topas de bruces con el "Caso Petraeus" y así como quien no quiere la cosa empiezas a leer el culebrón y resulta que la seriedad brilla por su ausencia: generales golfos que cuentan a mujeres de dudosa moralidad secretos de estado, directores y altos ejecutivos de la CIA que dejan en manos de sus amantes correos electrónicos de la organización que deberían de ser, como poco, secretos, etc. etc. etc. Y bueno, ya lo de que la CIA use el correo de Gmail para cosas "secretas" es el despiporre.

Jill Kelley, amenazada por Paula Broadwell, la ex amante de David Petraeus

Lo bueno es que en fin, menos mal que esas amantes más bien poco discretas no tuvieron la idea de joder la marrana de mala manera y meter al mundo en un problema serio, lo de esas mujeres estupendas era más bien de andar por casa, se dedicaban a amenazarse unas a otras a través de esos correos, vamos, como en los puticlubes cuando una sale con el jefe y tiene ciertas preferencias que otras sufren pero en fino y sin cobrar por ello.

Paula Broadwell, que tenía una aventura con David Petraeus tenía celos de Jill Kelley

Ahora lo que yo me pregunto es una cosa, teniendo en cuenta que yo no conozco todos los correos de mi novio (o al menos no se las contraseñas), ni él los míos o mías ¿cuantos secretos más conocían estas mujeres que demostraron no tener la cabeza demasiado bien amueblada? Es que me lo estoy imaginando, el tío llega a casa con los planos de la última bomba nuclear, o un plan de ataque a no se que zona de Afganistán, o quizás ciertos códigos y enlaces con espias, presidentes de gobierno, etc. etc. etc. y allí los dejaban, al alcance de estas mujeres, a la buena de Dios, vamos, que si tenían ellas correos y contraseñas no creo yo que Petraeus se molestase mucho en poner a buen recaudo una carpetita con información confidencial ¡es que me los imagino! léyendola en amor y compañía, ella preguntando y el contestando.

De verdad, conozco bien el poder de un coño y las sandeces que puede llegar a hacer un tío encoñado pero no se, esto... ¿no parece que se pasan un poco de la raya?

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